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(Imatge no identificada presa de la xarxa) |
Yo llegué a Aix en Provence por la mañana
de un día oscuro de septiembre
cuando las hojas secas de los
plátanos
revueltas por el viento golpetean
con furia el parabrisas ya manchado
por el barrillo de los camiones
que cruzan La Camargue en la hora
incierta
que brilla entre dos luces. Un café
agua en el rostro y consultar el plano:
rue de la République; rue de la Gare;
place
de Saint-Paul: aquí
pequeña calle
serán pocos minutos. Oui Monsieur
y la búsqueda fácil; con la carta
y el paquete que envuelve la botella
de Fundador Domecq
hasta un segundo piso. La señora
envuelta en una bata medio china
me contempla y me escucha. Pierre no
está;
no vive aquí, se fue y ella no sabe a
dónde;
quizás en el bar: allí tenía amigos
y alguno lo sabrá. Las escaleras
y el golpe de la puerta a mis espaldas.
Nada en el bar. Tampoco
los hombres que jugaban la partida
cada día con él saben decirme
cómo encontrar a Pedro o dónde vive.
Tan sólo entiendo que hace más de un año
empezó a beber fuerte
que hablaba más que nunca de la guerre
que se reía solo y maldecía
jurando en castellano
y que le detuvieron
un
Catorce de julliet
cuando orinaba las flores y coronas
del Monument
de la Résistance
de la que había sido Comandante.
Pedro Antón o Pierre; escucha:
no sé si aún estás vivo
pero si un día lees o te cuentan
lo que ahora escribo aquí quiero que
sepas
que de regreso ya hacia La Junquera
en un bistrot
increíble rodeado de gitanos
que hablaban catalán -cerca de Sète-
yo me bebí con ellos la botella
que para ti me dieron en Tortosa.
Fue a tu salud: lo juro. Aquella
carta
creo que la he perdido.
José Agustín Goytisolo
Algo sucede, 1968, en Palabras
para Julia y otros poemas
Plaza y
Janés, 1988